EL LIBRO DE LA SELVA
Un día como otro cualquiera, la pantera negra Baghera, encontró un bebé en una cesta de mimbre que flotaba por el río a la deriva. No dudo y la llevó a la cueva de la loba porque acababa de criar. La loba Lú lo adoptó y lo crió como su propio cachorro y le llamó Mowgli.
No pasó mucho tiempo hasta que el temido y malvado tigre devorador de hombres de nombre Shere Khan, se enteró y salió en busca del pequeño con intención de matarlo. Mientras, el Consejo de la selva se reunía para tomar una determinación. Tras mucha charla y discusión se decidió que el pequeño el Mowgli fuera a la aldea del hombre y que durante el viaje la pantera Baghera le acompañara.
Baghera, al día siguiente, recogió a Mowgli y le dijo que le invitaba a dar un paseo. El pequeño aceptó encantado. Ar mitad de camino, Baghera le contó la verdad al niño diciéndole que esa era la forma más segura de estar a salvo del malvado tigre Shere Khan. Inmediatamente, el pequeño, que era muy valiente, dijo que no quería ir, que quería permanecer en la selva siempre y que no quería separarse de su mamá loba y de todos los animales que lo querían tanto. Sin embargo, la imponente pantera Baghera se mostró firme en su decisión y le dijo que no podían correr ningún tipo de riesgo.
Ya llevaban un día entero de camino y una noche, así que cuando emprendieron el camino al segundo día, se encontraron con el gran oso Baloo, perezoso y divertido como ningún otro animal en la selva. El pequeño Mowgli se lo estaba pasando fenomenal con Baloo y Baghera, enfadada porque quería continuar, se marchó.
Apenas se había distanciado cuando oyó gritar a Baloo, diciendo que unos monos habían raptado el pequeño y lo llevaban camino del antiguo palacio, lugar en donde vivía el rey de los simios.
Baloo y Baghera, el oso y la pantera, corrieron todo lo que pudieron para prestar su ayuda a Mowgli. Cuando llegaron al palacio, Baloo se enfrentó a todos los monos y Baghera montó sobre su lomo al niño huyendo hacia la selva. Pero, en ese preciso momento o apareció el tigre Shere Khan, que le arrebató el pequeño a la pantera. Por más que Mowgli intentaba escapar pegándole al tigre con una rama seca todo lo fuerte que podía, parecía tarea imposible, además, un rayo cayó justo en la rama y la prendió. Mowgli aprovechó el suceso para atarla al rabo del tigre que empezó a quemarse y huyó todo lo rápido que pudo.
Después de todas estas aventuras, Baghera, Baloo y Mowgli siguieron su viaje hasta llegar al primer poblado en donde vivían hombres y el niño vio por primera vez a otro ser humano, a una pequeña muy risueña.
El oso y la pantera supieron enseguida que allí el pequeño Mowgli encontraría la felicidad.
Autor: factoría Disney
TARZÁN
Kala, la gorila, acababa de perder a su hijo entre las garras del leopardo Sabor y vagaba por la selva tratando de aliviar su pena. De repente descrubió una casa en lo alto de un árbol; llena de curiosidad, entró en ella y encontró señales de lucha y un bebé en su cuna. Kala lo adoptó, pero a Kerchak, el jefe de los gorilas, el cachorro no le gustó. Kala le llamó Tarzán, y el niño creció feliz en la selva. Jugaba con los gorilas pequeños y hacía muchas travesuras. Su mejor amiga era Terk. Cierto día, en las cataratas del Elefante, Tarzán se lanzó al agua y dio un susto terrible al elefantito Tantor, quien pronto se convirtió en uno se sus amigos. Tarzán aprendió las habilidades de los animales de la selva: se deslizaba como un serpiente, trepaba igual que una ardilla, nadaba como un pez, corría como un antílope, era más ágil que un mono y tenía la fuerza de un búfalo. Así creció y llegó a ser un hombre. Por supuesto, Tarzán era más inteligente que los demás animales. Fabricaba sus propias armas, y con una de ellas se enfrentó a Sabor y lo mató. Los gorilas lo celebraron, pero algo atrajo la atención de todos: llegaron a la selva unos extraños seres a los que nunca habían visto. Escondido entre las ramas, Tarzán les observó. Eran rarísimos, llevaban ropas en lugar de pieles y tenían extraños objetos en las manos. Se trataba del profesor Porter y su hija Jane, que habían ido a África a estudiar a los gorilas; y el guía Clayton. Tarzán salvó a Jane cuando fue atacada por unos babuinos. Sorprendida, Jane llevó a su salvador al campamento. Allí, Tarzán aprendió un poco su idioma y conoció el mundo de los hombres. A su vez, enseño a Jane la selva y la presentó a sus amigos. Entre Tarzán y Jane nació algo más que una amistad. Entonces Kala llevó a su hijo a la casa abandonada del árbol. Allí, gracias a una fotografía, Tarzán conoció a sus padres. Comprendió que era un hombre como los demás y decidió viajar a Inglaterra con los Poter. Pero al llegar al barco, el malvado Clayton, que pretendía capturar gorilas para venderlos, les apresó. Afortunadamente, Terk y Tantor vieron lo que pasaba y liberaron a Tarzán y a los Poter. Tarzán, al frente de sus amigos, humanos y animales, cayó sobre Clayton y sus secuaces cuando ya habían atrapado a muchos gorilas con sus redes.
-¡Deteneos, canallas!, gritó Tarzán.
Los hombres de Clayton se rindieron; pero el guía, loco de rabia, disparó contra Kerchak y luego se enfrentó a Tarzán, quien la desarmó. Entonces Clayton se lanzó contra el joven, pero, cegado por el odio, no vio el precipicio y coyó en él. Allí acabaron sus maldades. Antes de morrir, Kerchak dijo a Tarzán:
-Ahora tú serás el jefe. ¡Cuida de la familia, hijo mío!.
Ya no podía ir a Inglaterra. Su sitio estaba en la selva. Se despidió de los Poter, pero el profesor dijo a su hija:
- Jane, tú le amas.
- Lo sé.
Jane saltó de la barca y fue a reunirse con Tarzán. El profesor Porter también se quedó con ellos.
Y juntos vivieron felices y comieron perdices.
Autor: factoría Disney
EL REY LEÓN
En la sabana y los pastizales, reinaba el león Mufasa, junto a su esposa, Saraby. Ellos criaban juntos a su hijo Simba, quien se convertiría en el futuro rey cuando creciera un poco.
Un día como otro cualquiera, la pantera negra Baghera, encontró un bebé en una cesta de mimbre que flotaba por el río a la deriva. No dudo y la llevó a la cueva de la loba porque acababa de criar. La loba Lú lo adoptó y lo crió como su propio cachorro y le llamó Mowgli.
No pasó mucho tiempo hasta que el temido y malvado tigre devorador de hombres de nombre Shere Khan, se enteró y salió en busca del pequeño con intención de matarlo. Mientras, el Consejo de la selva se reunía para tomar una determinación. Tras mucha charla y discusión se decidió que el pequeño el Mowgli fuera a la aldea del hombre y que durante el viaje la pantera Baghera le acompañara.
Baghera, al día siguiente, recogió a Mowgli y le dijo que le invitaba a dar un paseo. El pequeño aceptó encantado. Ar mitad de camino, Baghera le contó la verdad al niño diciéndole que esa era la forma más segura de estar a salvo del malvado tigre Shere Khan. Inmediatamente, el pequeño, que era muy valiente, dijo que no quería ir, que quería permanecer en la selva siempre y que no quería separarse de su mamá loba y de todos los animales que lo querían tanto. Sin embargo, la imponente pantera Baghera se mostró firme en su decisión y le dijo que no podían correr ningún tipo de riesgo.
Ya llevaban un día entero de camino y una noche, así que cuando emprendieron el camino al segundo día, se encontraron con el gran oso Baloo, perezoso y divertido como ningún otro animal en la selva. El pequeño Mowgli se lo estaba pasando fenomenal con Baloo y Baghera, enfadada porque quería continuar, se marchó.
Apenas se había distanciado cuando oyó gritar a Baloo, diciendo que unos monos habían raptado el pequeño y lo llevaban camino del antiguo palacio, lugar en donde vivía el rey de los simios.
Baloo y Baghera, el oso y la pantera, corrieron todo lo que pudieron para prestar su ayuda a Mowgli. Cuando llegaron al palacio, Baloo se enfrentó a todos los monos y Baghera montó sobre su lomo al niño huyendo hacia la selva. Pero, en ese preciso momento o apareció el tigre Shere Khan, que le arrebató el pequeño a la pantera. Por más que Mowgli intentaba escapar pegándole al tigre con una rama seca todo lo fuerte que podía, parecía tarea imposible, además, un rayo cayó justo en la rama y la prendió. Mowgli aprovechó el suceso para atarla al rabo del tigre que empezó a quemarse y huyó todo lo rápido que pudo.
Después de todas estas aventuras, Baghera, Baloo y Mowgli siguieron su viaje hasta llegar al primer poblado en donde vivían hombres y el niño vio por primera vez a otro ser humano, a una pequeña muy risueña.
El oso y la pantera supieron enseguida que allí el pequeño Mowgli encontraría la felicidad.
Autor: factoría Disney
TARZÁN
Kala, la gorila, acababa de perder a su hijo entre las garras del leopardo Sabor y vagaba por la selva tratando de aliviar su pena. De repente descrubió una casa en lo alto de un árbol; llena de curiosidad, entró en ella y encontró señales de lucha y un bebé en su cuna. Kala lo adoptó, pero a Kerchak, el jefe de los gorilas, el cachorro no le gustó. Kala le llamó Tarzán, y el niño creció feliz en la selva. Jugaba con los gorilas pequeños y hacía muchas travesuras. Su mejor amiga era Terk. Cierto día, en las cataratas del Elefante, Tarzán se lanzó al agua y dio un susto terrible al elefantito Tantor, quien pronto se convirtió en uno se sus amigos. Tarzán aprendió las habilidades de los animales de la selva: se deslizaba como un serpiente, trepaba igual que una ardilla, nadaba como un pez, corría como un antílope, era más ágil que un mono y tenía la fuerza de un búfalo. Así creció y llegó a ser un hombre. Por supuesto, Tarzán era más inteligente que los demás animales. Fabricaba sus propias armas, y con una de ellas se enfrentó a Sabor y lo mató. Los gorilas lo celebraron, pero algo atrajo la atención de todos: llegaron a la selva unos extraños seres a los que nunca habían visto. Escondido entre las ramas, Tarzán les observó. Eran rarísimos, llevaban ropas en lugar de pieles y tenían extraños objetos en las manos. Se trataba del profesor Porter y su hija Jane, que habían ido a África a estudiar a los gorilas; y el guía Clayton. Tarzán salvó a Jane cuando fue atacada por unos babuinos. Sorprendida, Jane llevó a su salvador al campamento. Allí, Tarzán aprendió un poco su idioma y conoció el mundo de los hombres. A su vez, enseño a Jane la selva y la presentó a sus amigos. Entre Tarzán y Jane nació algo más que una amistad. Entonces Kala llevó a su hijo a la casa abandonada del árbol. Allí, gracias a una fotografía, Tarzán conoció a sus padres. Comprendió que era un hombre como los demás y decidió viajar a Inglaterra con los Poter. Pero al llegar al barco, el malvado Clayton, que pretendía capturar gorilas para venderlos, les apresó. Afortunadamente, Terk y Tantor vieron lo que pasaba y liberaron a Tarzán y a los Poter. Tarzán, al frente de sus amigos, humanos y animales, cayó sobre Clayton y sus secuaces cuando ya habían atrapado a muchos gorilas con sus redes.
-¡Deteneos, canallas!, gritó Tarzán.
Los hombres de Clayton se rindieron; pero el guía, loco de rabia, disparó contra Kerchak y luego se enfrentó a Tarzán, quien la desarmó. Entonces Clayton se lanzó contra el joven, pero, cegado por el odio, no vio el precipicio y coyó en él. Allí acabaron sus maldades. Antes de morrir, Kerchak dijo a Tarzán:
-Ahora tú serás el jefe. ¡Cuida de la familia, hijo mío!.
Ya no podía ir a Inglaterra. Su sitio estaba en la selva. Se despidió de los Poter, pero el profesor dijo a su hija:
- Jane, tú le amas.
- Lo sé.
Jane saltó de la barca y fue a reunirse con Tarzán. El profesor Porter también se quedó con ellos.
Y juntos vivieron felices y comieron perdices.
Autor: factoría Disney
EL REY LEÓN
En la sabana y los pastizales, reinaba el león Mufasa, junto a su esposa, Saraby. Ellos criaban juntos a su hijo Simba, quien se convertiría en el futuro rey cuando creciera un poco.
Sin
embargo, Scar, el hermano menor de Mufasa, no estaba muy de acuerdo con
esa decisión, porque el siempre había querido ser rey. Así que a
espaldas de su familia, ideó un plan para quedarse con el trono. Ayudado
por tres feas hienas, provocó una estampida, en la que Mufasa muere
intentando salvar a su hijo Simba.
Después del trágico accidente, el pobre leoncito huye,
creyendo que todo ha sido su culpa. Fuera de casa, conoce a dos nuevos
amigos, el suricato Timón y el jabalí Pumba, con quien vive sin
preocupaciones al estilo Hakuna Matata, teniendo aventura tras aventura.
Con la ausencia de Simba, su tio Scar se vuelve rey, llevándolos a una nueva era de oscuridad.
Así pasaron los años, hasta que Simba se convirtió en adulto,
y en cierta ocasión se encontró con su amiga de la niñez, Nala, cuando
ella intentaba comerse a Pumba. Ella le contó todo lo que ocurría, como
todos sufrían hambre y sed a causa del mal gobierno de Scar. Pero a
Simba esto no le interesa, él estaba feliz ahora con sus nuevos amigos.
Pero el
león, no pudo ignorar por mucho tiempo la suerte de los suyos, así que
acepta el consejo de Nala, y va a conversar con un mandril llamado
Rafiki, el cual le habla sobre su padre. En ese momento, el espíritu de
Mufasa aparece en el cielo, diciendo que debe recordar quien es y de
donde viene. Estas palabras son suficientes para motivarlo y reflexionar
sobre sus actos, y acompañado de Rafiki, vuelve a casa para reclamar el trono.
En un
principio, todos confunden a simba con Mufasa, por el enorme parecido, y
él se deja enredar por las acusaciones de Scar, el cual les dice a
todos, que Simba fue el culpable de la muerte de su padre. Aprovechando
su momento de duda, Scar lo ataca ayudado de sus hienas, la fiera pelea
los lleva hasta el borde de un precipicio, del cual simba resbala y
trata de sostenerse. Cuando se encuentra punto de caer, Scar confiesa
que él fue el verdadero asesino de Mufasa, y tomando las últimas
fuerzas, Simba logra librar la caída y saltar sobre su tío, haciendo que
confiese frente a todos, lo que acababa de decir. La lucha continua,
hasta el momento en que las hienas se vuelven en contra de Scar y
terminan con él.
Aclarado todo lo sucedido, Simba sube al trono,
bajo su mando, el sol vuelve a brillar, y la vida de todos mejora. Él
se casa con Nala y tienen como hija a una preciosa loencita llamada
Kiara, a la cual Rafiki presenta ante todos, como una vez lo hizo con
Simba.
Autor: factoría Disney
Fábula "Los Monos Bubuanos"
Había una vez una extraña selva llena de monos bubuanos. Los bubuanos eran unos monos de largos brazos y piernas cortitas, que dedicaban todo el tiempo a adornar sus brazos de coloridas y brillantes pulseras. Cada cierto tiempo les visitaba el macaco Mambo, con su carro lleno de pulseras y cachivaches. En una de sus visitas, apareció con una enormes y brillantísimas pulseras, las más bonitas que había llevado nunca. Y también las más caras, porque nunca antes había pedido tanto por ellas.
Todos los bubuanos, menos Nico, corrieron por todas partes a conseguir plátanos suficientes para pagar su pulsera. Siendo tan caras, tenían que ser las mejores.
Pero Nico, que guardaba plátanos por si alguna vez en el futuro hicieran falta, y que a menudo dudaba de que todas aquellas pulseras sirvieran para algo, pensó que eran demasiado caras. Pero como no quería desaprovechar la visita de Mambo, rebuscó entre sus cachivaches algo interesante, hasta dar con una caja extraña llena de hierros torcidos. "No sirve para nada, Nico", le dijo el vendedor, "puedes quedártela por un par de plátanos".
Así, Mambo se fue habiendo vendido sus pulseras, dejando a los bubuanos encantados y sonrientes. Pero al poco tiempo comenzaron a darse cuenta de que aquellas pulseras, tan anchas y alargadas, no dejaban mover bien los brazos, y eran un verdadero problema para hacer lo más importante en la vida de un bubuano: coger plátanos. Trataron de quitárselas, pero no pudieron. Y entonces resultó que todos querían los plátanos de Nico, que eran los únicos en toda la selva que no estaban en los árboles. Así, de la noche a la mañana, Nico se convirtió en el bubuano más rico y respetado de la selva.
Pero no quedó ahí la cosa. Aquella caja de raros hierros torcidos que tan interesante le había parecido a Nico y tan poco le había costado, resultó ser una caja de herramientas, y cuando Nico descubrió sus muchas utilidades, no sólo pudo liberar a los demás bubuanos de aquellas estúpidas pulseras, sino que encontraron muchísimas formas de utilizarlas para conseguir cosas increíbles.
Y así fue como, gracias a la sensatez de Nico, los bubuanos comprendieron que el precio de las cosas nada tiene que ver con su valor real, y que dejarse llevar por las modas y demás mensajes de los vendedores es una forma segura de acabar teniendo problemas.
Autor: Pedro Pablo Sacristán
Fábula “La Rana Que Quiso Ser Buey”
Había una vez una rana que no se gustaba nada de nada. Todos los días del año se acercaba al estanque más cercano para ver su reflejo en las aguas y se deprimía contando todos sus defectos ¡Qué fea y vulgar se sentía!
Detestaba su gigantesca boca de buzón que, por si fuera poco, emitía sonidos fastidiosos que nada tenían que ver con los dulces trinos de los pajaritos. También pensaba que el color verde lechuga de su cuerpo era muy feo, y estaba obsesionada con las manchas oscuras que cubrían su piel porque, según ella, parecían verrugas. Pero sin duda lo que más le repateaba era su tamaño porque el hecho de ser tan pequeña le hacía sentirse inferior a la mayoría de los animales.
Cada mañana, después de contemplarse en el estanque, regresaba a su casa lamentándose de su mala suerte. La ruta de vuelta era siempre la misma: sorteaba unas cuantas piedras, recorría el camino de setas rojas con lunares blancos, y atravesaba la pradera donde vivía un viejo buey. En cuanto lo veía, la rana no podía evitar hacer un alto en el camino y quedarse pasmada mirando su imponente figura.
– ¡Ay, qué suerte tiene ese buey! ¡Me encantaría ser grande, tan grande como él!
Harta de sentirse insignificante, una tarde de primavera reunió a su pandilla de amigas ranas y mandó que se sentaran todas a su alrededor.
– Escuchadme, chicas: ¡Se acabó esto de ser pequeña! Voy a intentar agrandarme lo más que pueda y quiero que me digáis si lo consigo ¡No me quitéis ojo! ¿De acuerdo?
Las amigas se miraron sobrecogidas y empezaron a negar con la cabeza para que no lo hiciera, pero no sirvió de nada pues nuestra protagonista estaba completamente decidida.
Sin esperar ni un minuto más, se concentró, cerró los ojos, y aspiró por la boca todo el aire que pudo. Poniendo boquita de piñón para no desinflarse, preguntó a las otras ranas.
– ¿Ya? ¿Ya soy tan grande como el buey?
Una de ellas contestó:
– ¡Para nada! Te has hinchado un poco pero ni de lejos eres tan enorme.
La rana seguía encabezonada y se estiró como una gimnasta rítmica para tratar de retener una cantidad de aire mayor. Su pequeño y resbaladizo cuerpo se hinchó por lo menos el doble y adquirió forma redondeada ¡Parecía más pelota que batracio!
– ¿Y ahora? ¿Lo he conseguido, chicas?
¡Las ranas del corrillo se miraron atónitas! Pensaban con franqueza que su amiga estaba loca de remate, pero ante todo debían respetar su decisión y ser sinceras con ella. La más pequeña le dijo:
– ¡Qué va! Has crecido bastante pero el buey sigue siendo infinitamente más grande que tú.
La rana no estaba dispuesta a rendirse tan pronto. Dejó la mente en blanco y respiró muy, muy profundamente. Entró tanto aire en su tripa que se oyó un ¡PUM! y la pobre reventó como un globo al que pinchan con un alfiler.
– ¡Ay, ay, qué dolor! ¡Socorro! ¡Ayudadme!
Las amigas corrieron a su lado ¡Se asustaron mucho cuando la vieron tendida boca arriba en el suelo y con un agujero en la barriga!
– Esto duele mucho ¡Haced algo o me desangraré!
Por suerte, una de las ranas era doctora y conocía bien los recursos que ofrecía la madre naturaleza. Buscó a su alrededor y encontró una tela de araña sin dueña para usarla como hilo de coser, y con ayuda de unos palitos, la operó de urgencia. Gracias a su habilidad como cirujana, consiguió salvarle la vida.
La rana herida se recuperó en unas semanas y desde entonces cambió completamente de actitud. Jamás volvió a sentirse mal consigo misma y se dio cuenta de que ser una pequeña rana tenía sus ventajas: podía nadar en el estaque, dar brincos espectaculares, jugar al escondite tras las hojas de nenúfar, y otras muchas cosas que el buey jamás podría hacer ni en sus mejores sueños. En definitiva, descubrió que uno es mucho más feliz cuando se acepta tal y como es.
Moraleja: Es absurdo intentar cambiar para convertirnos en algo que jamás seremos. Cada persona nace con unas cualidades diferentes y lo bueno es saber cómo aprovecharlas. Siéntete orgulloso de cómo eres y disfruta de las capacidades que tienes ¡Seguro que son muchas más que tus defectos!
Autor: Jean de la Fontaine
Fábula "La Cigarra y La Hormiga"
Cantando la Cigarra
pasó el verano entero,
sin hacer provisiones
allá para el invierno;
los fríos la obligaron
a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo
de su estrecho aposento.
Viose desproveída
del precioso sustento:
sin mosca, sin gusano,
sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
allí tabique en medio,
y con mil expresiones
de atención y respeto
la dijo: «Doña Hormiga,
pues que en vuestro granero
sobran las provisiones
para vuestro alimento,
prestad alguna cosa
con que viva este invierno
esta triste Cigarra,
que alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño,
nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
que fielmente prometo
pagaros con ganancias,
por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
respondió con denuedo,
ocultando a la espalda
las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
a todo pasajero
cantaba alegremente,
sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿conque cantabas
cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
baila, pese a tu cuerpo.»
Autor: factoría Disney
Fábula "Los Monos Bubuanos"
Había una vez una extraña selva llena de monos bubuanos. Los bubuanos eran unos monos de largos brazos y piernas cortitas, que dedicaban todo el tiempo a adornar sus brazos de coloridas y brillantes pulseras. Cada cierto tiempo les visitaba el macaco Mambo, con su carro lleno de pulseras y cachivaches. En una de sus visitas, apareció con una enormes y brillantísimas pulseras, las más bonitas que había llevado nunca. Y también las más caras, porque nunca antes había pedido tanto por ellas.
Todos los bubuanos, menos Nico, corrieron por todas partes a conseguir plátanos suficientes para pagar su pulsera. Siendo tan caras, tenían que ser las mejores.
Pero Nico, que guardaba plátanos por si alguna vez en el futuro hicieran falta, y que a menudo dudaba de que todas aquellas pulseras sirvieran para algo, pensó que eran demasiado caras. Pero como no quería desaprovechar la visita de Mambo, rebuscó entre sus cachivaches algo interesante, hasta dar con una caja extraña llena de hierros torcidos. "No sirve para nada, Nico", le dijo el vendedor, "puedes quedártela por un par de plátanos".
Así, Mambo se fue habiendo vendido sus pulseras, dejando a los bubuanos encantados y sonrientes. Pero al poco tiempo comenzaron a darse cuenta de que aquellas pulseras, tan anchas y alargadas, no dejaban mover bien los brazos, y eran un verdadero problema para hacer lo más importante en la vida de un bubuano: coger plátanos. Trataron de quitárselas, pero no pudieron. Y entonces resultó que todos querían los plátanos de Nico, que eran los únicos en toda la selva que no estaban en los árboles. Así, de la noche a la mañana, Nico se convirtió en el bubuano más rico y respetado de la selva.
Pero no quedó ahí la cosa. Aquella caja de raros hierros torcidos que tan interesante le había parecido a Nico y tan poco le había costado, resultó ser una caja de herramientas, y cuando Nico descubrió sus muchas utilidades, no sólo pudo liberar a los demás bubuanos de aquellas estúpidas pulseras, sino que encontraron muchísimas formas de utilizarlas para conseguir cosas increíbles.
Y así fue como, gracias a la sensatez de Nico, los bubuanos comprendieron que el precio de las cosas nada tiene que ver con su valor real, y que dejarse llevar por las modas y demás mensajes de los vendedores es una forma segura de acabar teniendo problemas.
Autor: Pedro Pablo Sacristán
Fábula “La Rana Que Quiso Ser Buey”
Había una vez una rana que no se gustaba nada de nada. Todos los días del año se acercaba al estanque más cercano para ver su reflejo en las aguas y se deprimía contando todos sus defectos ¡Qué fea y vulgar se sentía!
Detestaba su gigantesca boca de buzón que, por si fuera poco, emitía sonidos fastidiosos que nada tenían que ver con los dulces trinos de los pajaritos. También pensaba que el color verde lechuga de su cuerpo era muy feo, y estaba obsesionada con las manchas oscuras que cubrían su piel porque, según ella, parecían verrugas. Pero sin duda lo que más le repateaba era su tamaño porque el hecho de ser tan pequeña le hacía sentirse inferior a la mayoría de los animales.
Cada mañana, después de contemplarse en el estanque, regresaba a su casa lamentándose de su mala suerte. La ruta de vuelta era siempre la misma: sorteaba unas cuantas piedras, recorría el camino de setas rojas con lunares blancos, y atravesaba la pradera donde vivía un viejo buey. En cuanto lo veía, la rana no podía evitar hacer un alto en el camino y quedarse pasmada mirando su imponente figura.
– ¡Ay, qué suerte tiene ese buey! ¡Me encantaría ser grande, tan grande como él!
Harta de sentirse insignificante, una tarde de primavera reunió a su pandilla de amigas ranas y mandó que se sentaran todas a su alrededor.
– Escuchadme, chicas: ¡Se acabó esto de ser pequeña! Voy a intentar agrandarme lo más que pueda y quiero que me digáis si lo consigo ¡No me quitéis ojo! ¿De acuerdo?
Las amigas se miraron sobrecogidas y empezaron a negar con la cabeza para que no lo hiciera, pero no sirvió de nada pues nuestra protagonista estaba completamente decidida.
Sin esperar ni un minuto más, se concentró, cerró los ojos, y aspiró por la boca todo el aire que pudo. Poniendo boquita de piñón para no desinflarse, preguntó a las otras ranas.
– ¿Ya? ¿Ya soy tan grande como el buey?
Una de ellas contestó:
– ¡Para nada! Te has hinchado un poco pero ni de lejos eres tan enorme.
La rana seguía encabezonada y se estiró como una gimnasta rítmica para tratar de retener una cantidad de aire mayor. Su pequeño y resbaladizo cuerpo se hinchó por lo menos el doble y adquirió forma redondeada ¡Parecía más pelota que batracio!
– ¿Y ahora? ¿Lo he conseguido, chicas?
¡Las ranas del corrillo se miraron atónitas! Pensaban con franqueza que su amiga estaba loca de remate, pero ante todo debían respetar su decisión y ser sinceras con ella. La más pequeña le dijo:
– ¡Qué va! Has crecido bastante pero el buey sigue siendo infinitamente más grande que tú.
La rana no estaba dispuesta a rendirse tan pronto. Dejó la mente en blanco y respiró muy, muy profundamente. Entró tanto aire en su tripa que se oyó un ¡PUM! y la pobre reventó como un globo al que pinchan con un alfiler.
– ¡Ay, ay, qué dolor! ¡Socorro! ¡Ayudadme!
Las amigas corrieron a su lado ¡Se asustaron mucho cuando la vieron tendida boca arriba en el suelo y con un agujero en la barriga!
– Esto duele mucho ¡Haced algo o me desangraré!
Por suerte, una de las ranas era doctora y conocía bien los recursos que ofrecía la madre naturaleza. Buscó a su alrededor y encontró una tela de araña sin dueña para usarla como hilo de coser, y con ayuda de unos palitos, la operó de urgencia. Gracias a su habilidad como cirujana, consiguió salvarle la vida.
La rana herida se recuperó en unas semanas y desde entonces cambió completamente de actitud. Jamás volvió a sentirse mal consigo misma y se dio cuenta de que ser una pequeña rana tenía sus ventajas: podía nadar en el estaque, dar brincos espectaculares, jugar al escondite tras las hojas de nenúfar, y otras muchas cosas que el buey jamás podría hacer ni en sus mejores sueños. En definitiva, descubrió que uno es mucho más feliz cuando se acepta tal y como es.
Moraleja: Es absurdo intentar cambiar para convertirnos en algo que jamás seremos. Cada persona nace con unas cualidades diferentes y lo bueno es saber cómo aprovecharlas. Siéntete orgulloso de cómo eres y disfruta de las capacidades que tienes ¡Seguro que son muchas más que tus defectos!
Autor: Jean de la Fontaine
Fábula "La Cigarra y La Hormiga"
Cantando la Cigarra
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.» - See more at: http://albalearning.com/audiolibros/samaniego/f1-1-02cigarrayhormiga.html#sthash.HvaBJrlQ.dpuf
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.» - See more at: http://albalearning.com/audiolibros/samaniego/f1-1-02cigarrayhormiga.html#sthash.HvaBJrlQ.dpuf
Cantando la Cigarra
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.» - See more at: http://albalearning.com/audiolibros/samaniego/f1-1-02cigarrayhormiga.html#sthash.HvaBJrlQ.dpuf
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.» - See more at: http://albalearning.com/audiolibros/samaniego/f1-1-02cigarrayhormiga.html#sthash.HvaBJrlQ.dpuf
Cantando la Cigarra
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.» - See more at: http://albalearning.com/audiolibros/samaniego/f1-1-02cigarrayhormiga.html#sthash.HvaBJrlQ.dpuf
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.» - See more at: http://albalearning.com/audiolibros/samaniego/f1-1-02cigarrayhormiga.html#sthash.HvaBJrlQ.dpuf
Cantando la Cigarra
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.» - See more at: http://albalearning.com/audiolibros/samaniego/f1-1-02cigarrayhormiga.html#sthash.HvaBJrlQ.dpuf
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.» - See more at: http://albalearning.com/audiolibros/samaniego/f1-1-02cigarrayhormiga.html#sthash.HvaBJrlQ.dpuf
Cantando la Cigarra
pasó el verano entero,
sin hacer provisiones
allá para el invierno;
los fríos la obligaron
a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo
de su estrecho aposento.
Viose desproveída
del precioso sustento:
sin mosca, sin gusano,
sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
allí tabique en medio,
y con mil expresiones
de atención y respeto
la dijo: «Doña Hormiga,
pues que en vuestro granero
sobran las provisiones
para vuestro alimento,
prestad alguna cosa
con que viva este invierno
esta triste Cigarra,
que alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño,
nunca supo temerlo.
que fielmente prometo
pagaros con ganancias,
por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
respondió con denuedo,
ocultando a la espalda
las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
a todo pasajero
cantaba alegremente,
sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿conque cantabas
cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
baila, pese a tu cuerpo.»
Autor: Félix María de Samaniego.
Cantando la Cigarra
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.» - See more at: http://albalearning.com/audiolibros/samaniego/f1-1-02cigarrayhormiga.html#sthash.HvaBJrlQ.dpuf
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
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Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
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Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
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Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
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De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
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Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
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Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
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Y con mil expresiones
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Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
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Cuando yo andaba al remo?
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Allá para el invierno;
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Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
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Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
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